martes, 30 de mayo de 2017

La panza de los filósofos. Kant, la cerveza y la salchicha

El día se prepara para comenzar, son las 4:45 a.m. Lampe, el sirviente de Immanuel Kant, se encuentra junto a la cama del filósofo tratando de despertarlo, él debe cumplir sus órdenes; el profesor repite constantemente “déjame dormir un poco más”, pero su insistencia no conmueve al fámulo, pues este tiene instrucciones estrictas de no dejarse engañar, por mucha tenacidad y dolor que invierta el profesor en pedir más tiempo de cama, no debe dejarlo dormir.


Por fin Kant está de pie, el deber llama, de hecho su filosofía moral tiene como meta principal seguir el deber por el deber, es decir, debemos acatar el deber por respeto al mismo deber, esto es el “Imperativo categórico”, el cual regularía la convivencia entre seres humanos, ya que con ello evitaríamos tratar a las personas como fines y no como medios.


La mañana era la hora perfecta para trabajar. El profesor Kant trabajaba dura y profundamente, no permitía interrupción alguna; únicamente hacía un pequeño espacio para beber dos tazas de té y fumar una pipa de tabaco. A pesar de que no ingería sólido alguno por las mañanas, el té estimulaba la oxigenación del cerebro y el cuerpo; indispensable para la labor intelectual. Por increíble que pareciese, el filósofo alemán no tomaba café, tenía un prejuicio contra éste: creía que el aceite del café era dañino para la salud.


En estas mañanas se fraguó el idealismo trascendental, filosofía que postula que el sujeto posee formas de las sensación y categorías de manera a prior, a saber, éste nace con cierta forma de percibir y pensar la realidad. La idea central radica en que existe un sujeto que ordena y jerarquiza el mundo conforme a sus facultades, tal y como Kant llevaba su vida. Se puede tener el control de cada momento. Ya imaginaran, el profesor detestaba las interrupciones y las visitas improvisadas, incluso cualquier ruido fuera de lo normal.


Trabajaba hasta un poco antes de las 7:00 a.m., a esa hora ya se había vestido apropiadamente porque marchaba rumbo a la universidad a impartir clases, donde permanecía hasta las 11:00 a.m. Ahí, el profesor enseñaba filosofía, mineralogía, geografía, derecho y mecánica. Justo de regreso a casa, saliendo de la universidad, religiosamente pasaba a la misma taberna a disfrutar de una cerveza y una salchicha.  Cuenta la historia que un buen día no hubo salchichas en la taberna, ese día, él no pudo concentrase en sus actividades, pues era una obsesivo con la rutina.



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Cualquiera se hubiera molestado por no poder disfrutar de ese dúo alemán, una cerveza y una salchicha, más en aquel país bávaro que tiene una larga tradición en la elaboración de cervezas de varios estilos, tales como Weizenbier, Pilsen, Altbier, Bockbier, Kölsch, Kellerbier y Schwarzbier elaborados con distintas cosechas de trigo y cebada, también el proceso en la elaboración es importante, pues los alemanes han hecho de esto una patente. Incluso, la ley de pureza del año 1516, sobre la cerveza, fue la primera ley que protegía al consumidor y garantizaba la calidad del producto, esta ley establecía que la cerveza tenía que estar elaborada exclusivamente de agua, malta de cebada y lúpulo, no incluía levadura, ya que este hongo que provoca la fermentación será empleado hasta el siglo XIX.


No olvidemos el complemento perfecto para una cerveza alemana, la salchicha. La “wurst” se elabora con carne de cerdo, res, pavo o pollo, a veces combinadas o de una sola carne. Dependiendo de la región y el estilo, los embutidos de carne pueden variar en tamaño y a veces son envueltos en la tripa del animal; algunas salchichas se pueden comer crudas y otras preferiblemente tienen que pasar por la parrilla.


Regresando a la meticulosa vida del maestro, otras veces, las menos, Kant asistía a comer a algún restaurante o en su casa, no obstante, el número de amigos con los que comía siempre era el mismo, no eran menos de tres o más de nueve. Era un tipo que gustaba de la buena compañía mientras ingería sus alimentos, tenía una charla ingeniosa, hablaba de todos los temas importantes en su época y procuraba rodearse de personas que le aportaran algo al respecto. Se conoce poco respecto de sus preferencias culinarias a estas horas, pero se sabe que su dieta era variada y frugal.


A estas alturas ya eran las 3:30 p.m., al maestro le gustaba una sobremesa larga en la que podía expresar todo lo que pensaba. Posteriormente, daba un paseo por el mismo sendero para que la comida hiciese digestión, y de ahí visitaba a Joseph Green. En ocasiones, su paseo era corto, sobre todo cuando comía en casa, salía a caminar y regresaba a trabajar un rato, antes de salir de visitar a sus amigos.


Normalmente, cuando llegaba Kant, Green se encontraba descansando en un sofá, Kant meditaba un largo rato y después se unía a la empresa, permanecían dormidos, lo mismo ocurría con cuando llegaba su amigo Ruffmann, hasta que llegaba Motherby los levantaba y platicaban, siempre hasta las 7:00 p.m., a esa hora Kant emprendía el regreso a casa.  Könisberg, Alemnia tenía un reloj humano, el filósofo alemán era un referente cronológico, pues sus horarios eran muy estrictos, la gente del lugar sabía que eran las 7:00 p.m. cuando veían a Kant regresar a casa después de visitar a los amigos.


Cuando Kant se encontraba en casa, evitaba la cena, leía y trabajaba hasta las 10:00 p.m., a esa hora iba a su cama, se envolvía entre las sabanas como una oruga y esperaba a quedarse dormido. Sin duda, esta vida rutinaria y minuciosa, la obsesión por los tiempos (un buen chef sabe que esto es indispensable cuando se trata de comida), la cerveza y la salchicha son ingredientes fundamentales del criticismo kantiano, una de las filosofías más importantes de la modernidad filosófica y de la historia de la filosofía universal.


Enrique Sánchez Ballesteros


Colegio de Filosofía de Xalapa AC


 

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