miércoles, 1 de octubre de 2014

Hurga Uribe en la rivalidad entre mellizos













Juan Carlos Talavera






CIUDAD DE MÉXICO, 1 de octubre.- Al escribir su Autorretrato de familia con perro, el narrador mexicano Álvaro Uribe (1953) imaginó una novela que funcionara como un juego de espejos donde se apreciara la rivalidad entre dos mellizos, uno dedicado a la historia y otro al ejercicio de crear historias, quienes luchan a lo largo de sus páginas por la aceptación y la preferencia de Malú, su madre.


“Pero en la novela no sólo hay un espejo, sino una serie de personajes y de acontecimientos que funcionen de esa manera”, para demostrar que cada individuo es diferente e irrepetible, único, con sus múltiples rostros, que llevan en la piel las diferencias y coincidencias entre historia y literatura.


“En el fondo, literatura e historia son dos hermanas siamesas, dos disciplinas pegadas que el lector puede descifrar”, dice el licenciado en filosofía por la UNAM.


“Y aunque los historiadores afirmen que la historia es esa ciencia objetiva y que tiene muchos métodos para acercarse a la objetividad, lo único cierto es que al final necesita de la narración”, señala en entrevista quien fue agregado cultural en Nicaragua y consejero cultural en Francia.


De inicio, añade, “sabemos que hay una serie de técnicas documentales y de estudios científicos en torno a la antigüedad, muchas maneras de comprobar que no están inventando los hechos, pero lo cierto es que si no los contaran… éstos no existirían”, enfatiza.


Sin duda, la historia es la hermana siamesa de la literatura. Ambas comparten métodos y estrategias, e incluso “la única diferencia existente es que el narrador no necesita de una investigación exhaustiva, a diferencia del historiador, que tiene el deber moral. Pero al final no existe un libro que resista sólo contener un montón de datos”, indica el autor de Topos y El cuento de nunca acabar.


¿Habría historiadores que no coincidirán con este enfoque?, se le cuestiona. “Esta es la opinión muy cómoda de merolico novelista que soy, pero considero que son indisolubles y que no hay historia sin narrativa. Claro, algún historiador me dirá que no hay narrativa sin historia”.


Lo cierto, reflexiona, es que los acontecimientos ocurrieron en el pasado, tiempo que en realidad no existe. “Lo que existe es el presente y podría existir el futuro. Así que la única existencia del pasado es cuando lo contamos, por lo que la historia que no es narrada, no existe”.


Autorretrato de familia con perro se divide en tres partes, cada una con 12 capítulos, donde los apartados en número impar fueron escritos en primera persona, a manera de entrevistas o confesiones de personas que conocieron a Malú, la protagonista de la historia, quien no habla, no escribe, ni se manifiesta en la novela.


Y los capítulos pares son escritos básicamente por los dos hijos de Malú, dos mellizos que se disputan el amor, la atención y hasta la herencia de su madre.


“Así que ésta es una novela que se escribe a la vista del lector. Y mientras avanza su escritura, se va leyendo a sí misma”.



Sin embargo, el libro incluye un curioso epílogo que utiliza un lenguaje redundante y con errores gramaticales, donde supuestamente el perro de la familia, llamado Canuto, da su opinión sobre Malú.


“A ella le sucede, como a muchos viejitos, que al final de su vida son abandonados por sus propios hijos y termina por tener una amistad única: su perro Canuto. Así que el perro crece en importancia y el epílogo representa el punto de vista del perro; por eso su lenguaje distorsionado y repetitivo que representa lo que el perro pudo haber sentido cuando le arrancan a Malú, el amor de su vida”, comenta.



¿Por qué en el libro muestra distintas formas del habla en las diferentes entrevistas?, se le pregunta al también autor de La lotería de San Jorge y El taller del tiempo. “Porque quise representan las distintas clases sociales y, sobre todo, mostrar que incluso los hermanos del mismo estrato social tienen distintos tics lingüísticos y eso los individualiza”, explica.


Y  añade: “Y más que en ninguna de mis otras novelas he tratado el tema de la oralidad. Aquí lo que propongo es que no existe una oralidad, pues idealmente hay tantas como individuos”.


¿Su premisa es que ninguna familia tiene un ápice de perfección?, se le inquiere.


“Si recuerdas el comienzo de Anna Karenina, de León Tolstói dice: Las familias felices no tienen historia. Entonces pienso que absolutamente la mía sí tiene historia, porque no hay muchas cosas felices”, considera.



Sobre si la idea final es un retrato de la infelicidad, apunta que “Creo que cada familia tiene una forma distinta de hacer historia… y de ser infeliz. Pero en el fondo, mi esperanza es que esta novela retrate y plantee emociones, rivalizaciones, odios y amores de la familia para que el lector se sienta más o menos conducido a pensar en su propia familia”.


Por último, reconoce que esta novela se iba a llamar Retrato de una dama, como un homenaje a Henry James, “uno de los muchos autores que exploró a fondo cada uno de sus personajes, explotando lo bueno y lo malo de cada uno”.


Y recuerda que ese mismo ejercicio hicieron grandes autores como Gustave Flaubert en Madame Bovary o Marcel Proust a lo largo de su obra, con un estudio minucioso de la sicología de sus personajes.


“Pienso que pocos pueden llegar más a fondo, como lo hizo Proust y, si revisamos, al final ninguna de las grandes novelas –salvo las de aventuras– dejan de lado ese ejercicio meticuloso”, concluye.







Hurga Uribe en la rivalidad entre mellizos

No hay comentarios:

Publicar un comentario