
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de octubre.- Al escritor peruano Santiago Roncagliolo le gustan los claroscuros morales y eso lo llevó a escribir La pena máxima, su más reciente novela, ubicada históricamente a finales de los años 70, en un ambiente de asesinatos y desapariciones que tuvieron como telón de fondo la Operación Cóndor.
“Debo decir que Perú fue el último rincón de la Operación Cóndor y, sin duda, fue un caso interesante, porque los militares peruanos eran los civilizados en la región, pues no metían a la gente en un estadio para torturarla, ni las tiraban de los aviones en vuelo”, explica.
Pero cuando Argentina le preguntó a Perú si podía entrar a su territorio para secuestrar, torturar y asesinar personas, recibió una respuesta: “De acuerdo, pero sólo a argentinos”.
Por eso nació La pena máxima, una historia que se interna “en ese cinismo que me interesó, un cinismo fascinante y terrible, porque tu vecino puede ser un asesino y tú no haces nada… Debo decir que me interesaba mucho bordear las fronteras entre el bien y el mal”.
¿Por qué una novela?
Porque la novela es una forma de conocimiento más potente y tiene algo que no existe en los libros de historia: te hace sentir cómo te habrías sentido de haber estado ahí. Y ésta te puede contar que hubo sótanos donde se torturaba y daban toques en los testículos a los argentinos.
¿Pero la historia permanece en la memoria?
Sólo que las cosas que memorizas luego las olvidas, en cambio, lo que sientes se graban en tu mente. Hace tiempo que dejé de escribir sobre política, tortura y asesinatos, porque me metí en una gran cantidad de problemas: censura, amenazas de muerte y demandas judiciales. Además, necesitaba tener claro que yo no era un político, sino un escritor.
¿Y ya lo resolvió?
Ahora ya puedo volver a tocar temas políticos, porque tengo claro que soy un escritor y la política sólo me interesa como un tema más, igual que el amor o la soledad.
¿La ve como una historia lejana?
¡No! Ésta es la historia de mi familia también, pues mi padre fue periodista y activista de izquierda que militaba en el partido socialista, luego fue un exiliado y crecí con él en la Ciudad de México, con los exiliados de Chile, Uruguay… Así que todas mis novelas tienen que ver con temas que me afectan.
¿Quiere ser presidente?
No. Es algo que tengo muy claro: no voy a ser candidato ni presidente –como sí lo hizo en su momento el escritor Mario Vargas Llosa–. No quiero ser un personaje político público. De hecho, creo que La pena máxima es una historia de terror con monstruos y fantasmas.
¿Pero son fantasmas más realistas?
Son nuestros traumas históricos y las cosas que nos hicieron ser quienes somos los latinoamericanos. Me ha interesado en esta novela la colaboración de Perú con Argentina y la herencia fascista que llegó a Argentina desde Europa.
¿Es una herencia reconocible?
El discurso y la estética de Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla fue heredada de los alemanes y los italianos de los años 30, con ese mismo nacionalismo y anticomunismo radical. Esto me ha enseñado que la historia no corresponde a un solo sitio y que de ninguna forma existe la historia de México, de Perú o Argentina.
¿Por qué el joven Félix Chacaltana aparece en esta novela?
Porque me permitió utilizar un personaje que va perdiendo la inocencia. Chacaltana es muy difícil de describir, porque es el único investigador que no quiere indagar más, sólo cerrar documentos y archivarlos en el casillero correcto. Pero como cree en la ley y su amigo más leal fue asesinado, eso lo conducirá a enfrentarse al horror.
¿Es Chacaltana una especie de héroe?
Desde luego, y por eso es tan popular: Es un héroe sin grandes banderas históricas, ni ideológicas, un hombre que sólo quiere cerrar su trámite y saber quién era su amigo. Pero al mismo tiempo debes sufrir a su madre llena de prejuicios morales, las obsesiones de su novia y ver el Mundial de Futbol de 1978, pues la idea es que convivas con él a lo largo de las páginas para que al final posiblemente reflexiones un poco sobre otras cosas.
¿Pero usted le apuesta a una narración ligera?
Intento que mis historias sean profundas para entender, pero ligeras para leer; es decir, quiero que olvides que alguien te está contando una historia, que pases las páginas y te fascines. Y, si además tienes una reflexión de un momento oscuro de América Latina, está bien, lo menos que puedo ofrecerte es una historia que te absorba. Quisiera tener la efectividad del thriller, la comedia y la ciencia ficción, juntando dos cosas: los grandes temas históricos y jugar con las formas de los escritores que he leído.
¿Por qué una pena máxima?
Porque en la novela refiero el penalti del futbol y la ejecución de personas. Pero también tiene que ver con ese asesino que mata por pena y tristeza. Me encanta el escenario del futbol en esta historia, el cual es muy visual, vibrante, masivo, espectacular y sirve como un telón de fondo en la novela.
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